Como cada año llega de nuevo el mes de Septiembre. No es difícil adivinar que llega de la misma forma  o como mínimo,  no llega diferente a los demás septiembres desde hace unos años. Este es especial, o mejor dicho, éste  es o deberá ser el especial. En principio es, el principio del fin, del fin del ciclo, o al menos así debería ser. El día 5 se cumplen 7 años de la expulsión de la casa de GH Edición 22.  

Hoy voy a explicar un cuento de un viajero errante llamado, Siddhartha.

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Siddhartha era un joven que vivía con su familia en una pequeña aldea situada entre el mar y la montaña. Su vida era apacible, algo  monótona, no destacaba nada en especial ni para lo bueno ni para lo malo, disfrutaba de lo que él pensaba que era la perfección o una vida perfecta. No era feliz… pero tampoco infeliz. Disfrutaba de una situación de afelicidad. Un día al despertarse encontró una nota que decía: “ Siddhartha, ésta ya no es tu casa, ya no perteneces a este sitio. Debes marcharte. “

Siddhartha se quedó atónito, no entendía qué pasaba. Mil pensamientos le inundaron, un sentimiento de incomprensión, rabia y decepción bloqueó su mente. Perdió la noción del tiempo. No supo si fue un minuto, una hora o tres otoños pero pasado ese tiempo no llegaba a entender esa situación y el porqué de esa nota.

De manera incomprensible,  una voz interior le decía que debía aceptarla, que debía marchar y así decidió hacerlo. Siddhartha necesitaba respuestas, necesitaba motivos, necesitaba comprender más profundamente la razón de su ser y del porqué de esa decisión.

Le habían hablado de un lugar, muy lejano, a más de 7 lunas de travesía, más allá de las 7 colinas en distancia. Decían que era un lugar que, si conseguía llegar,  tendría las  respuestas a todas sus dudas, preguntas, miedos e inseguridades y encontraría la felicidad. Le habían hablado que, en ese sitio a 7 eclipses de distancia, la felicidad te inunda, que encuentras respuestas a todas tus dudas y que todo es diferente. La curiosidad y la necesidad no satisfecha invadieron a Siddhartha. Esa misma noche decidió emprender un nuevo camino hacia ese enigmático pero  a la vez,  atractivo lugar.

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Cogió su mochila e intentó cargar el máximo de sus enseres favoritos ( trastos,  recuerdos, manías, ilusiones,  prejuicios y otros menesteres). Cargó con todo lo que él pensaba que necesitaría para poder pasar esa transición de la forma menos traumática posible hacia ese sitio tan maravilloso. El camino era desconocido, los miedos eran muchos por lo que podía encontrarse fuera pero,  a la vez,  una sensación de excitación le animaba a emprender.   No estaba preparado para ese mundo exterior, Siddhartha estaba muy asustado…. pero a la vez ilusionado por descubrir ese nuevo lugar que tanto le habían hablado. Pensaba que,  con todo lo que llevaba dentro ( de la bolsa y del corazón)  el camino sería fácil, mucho más llevadero y seguramente mucho más corto de lo imaginado. Nada más lejos de la realidad.

Llegó la mañana y empezó a caminar. Pasaron los días, muchos días, las lunas, muchas lunas  y a medida que Siddhartha avanzaba se iba dando cuenta que no, no  era así. Que el camino era largo, muy largo, más largo de lo que pensaba, demasiado largo quizás y nuevo, todo nuevo, otro  mundo  diferente a  descubrir. Pasaban los días, no sabía cuántos, Siddhartha no tenía  noción del tiempo de tanto caminar. De vez en cuando le emergía  una sensación nueva, era la sensación de que camina pero avanzaba, de no entender qué hacía ahí, y seguía pensando que no había ningún motivo para  encontrarse en esa situación,  le superaba y, además, la  soledad era cada vez mayor. El cansancio le hacía mella. La tristeza lo bloqueaba. Dudaba de que ese sitio maravilloso existiera o que fuese capaz de encontrarlo.

Siddhartha se estaba cansado, fatigado. Llevaba mucho caminado o almenos a él se lo parecía.  Durante este tiempo se había dado cuenta que al salir había  llenado su mochila de  “cargas innecesarias” para esa travesía, cargas que  no necesitaba.  Le lastraban, le fatigan e incluso le desmotivan. Fue entonces que decidió liberarse de algunas de ellas. A medida que avanzaba Siddhartha e iba despojándose, se aliviaba, la sensación de ligereza le motivaba para seguir avanzando hacia su destino.

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Los  días transcurrían uno tras otro, mientras caminaba descubría nuevos paisajes, muy diferentes a los que estaba acostumbrado,  algunos  más agresivos y agrestes, otros más verdosos y fértiles, algunos sin ninguna motivación en incluso hasta desérticos. Siddhartha tenía momentos de enorme soledad, momentos que necesitaba compañía y no la tenía. Tenía momentos donde la multitud le invadía y sentía la  necesidad de una mayor soledad.  También disfrutó de  alguno en  especial, encandiladamente bello rebosante de nuevas vivencias o experiencias….y de ciertos viajeros, si el camino estaba lleno de viajeros como él.

A medida que Siddartta avanzaba hacia su destino iba  encontrándose a esos otros viajeros o compañeros de travesía, algunos como él, que habían abandonado la casa de forma involuntaria, otros en cambio,  de forma voluntaria,  incluso algunos que siempre han sido nómadas… y disfrutaban caminando. Al principio le  apetecía estar con ellos, de hecho hasta lo necesitaba, solía compartir el viaje durante un tiempo, creía  que compartir la soledad le podía  hacer más llevadero… pero no fue así aún se encontraba más solo todavía.

Siddhartha coincidió con algunos viajeros que no sabían  a dónde iban, no conocían ni  la orientación de su destino. Muchos se planteaban volver a su casa… el miedo a lo desconocido era mayor que la ilusión por el destino. La mayoría no tenían claro ni qué dirección tomar. Se encontró con viajeros que le hacían  gastar tiempo y fuerzas, llegó a perder hasta su orientación e ilusión por el camino que había  emprendido….. Le retrasan e incluso le despistan. Sin darse cuenta su destino había  variado, le llevaban a otros  lugares lejos de las siete colinas, lugares oscuros, sin belleza, sin motivación, lugares donde su interior le decía…. aquí no serás feliz. Era entonces cuando de forma sabia y consciente re emprendía su camino interior, sólo y sin compañía hacia su destino fijado.

En el camino se  encontró con viajeros más rápidos que él, otros más lentos, otros más livianos y que no soportaban ningún tipo de carga… en cambio otros que iban  muy muy cargados… Siddhartha pensaba que,  como él…..inconscientemente sobrecargados. Hacía ya tiempo que Siddhartha ya había aligerado su carga  durante la travesía,  casi sin darte cuenta….y lo valoraba. Curiosamente ya no estaba triste, ya no sentía la necesidad de compartir el tiempo y la travesía.  

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Siddhartha reflexionaba a menudo en cómo costaba encontrar viajeros con un nivel similar… de carga, de capacidad de carga, con un destino que esté alineado a la dirección del tuyo…. Y con la brújula calibrada, como mínimo como la suya. Conoció viajeros interesantes, que les propuso compartir, de forma clara mochilas y destinos. No les interesó. También conoció viajeros que de forma abierta se lo propusieron a él  pero,  lo propuesto no le interesaba era aburrido y poco fértil, no era su destino.

Coincidió con algún viajero, de alma errante que sin darse cuenta y de forma consciente o inconsciente (por ambas partes)  le recargó su mochila.…. En un breve espacio de tiempo  Siddhartha cargó de penas  que no te pertenecían, que no debería soportar, que no le tocaban .

Hubo un tiempo que experimentó con el corazón, lo que es el amor ( y el desamor), esa sensación de estimar sin esperar nada, de cargarse el peso de otros sin esperar nada a cambio, tan sólo el hecho de amar… creía que le hacía más  feliz. Pudo ver  cómo por ello, esos viajeros  se sentían más libres y que gracias a la  capacidad de Siddhartha, de amar incondicionalmente, les aligeraba su peso , su pena…..  se encontraban  mejor, más liberados, para encontrar su camino. Era curioso… una vez ellos  sentían esa sensación de libertad, sin peso… abandonaban a Siddhartha y se dirigían hacia otro destino sin duda,  su destino.

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Siddhartha había aprendió algo, que por mucho que ames no  era justo cargar con las penas de otro, cado uno debe ser consecuente con su equipaje, sus cargas, su mochila en función del destino que haya escogido y Siddhartha necesitaba ser feliz por sí mismo, sin cargar las penas de los demás.

Habían transcurrido numerosas lunas desde su marcha, atravesado muchas colinas y disfrutado de la buena compañía de muchos  viajeros. Siddhartha caminaba ahora sólo. Había reflexionado, había descargado su mochila de pesos  innecesarios. Se había abierto a amar, a sufrir, había aprendido que es estar sólo y acompañado, que la felicidad no dependía de la compañía. Había aprendido a disfrutar de las cosas más simples como de las más bellas. Se sentía vivo. Tenía la sensación de que su camino estaba llegando a su fin. Y entonces a lo lejos, en el horizonte vislumbró una luz, era diferente, una atracción especial que le sobrecogía el estómago.

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La misma voz interior que le había hablado en su casa le volvió a susurar: “Siddhartha ese es tu destino estás llegando a tu fin” .  Sintió la necesidad de correr más rápido,  no se había dado cuenta pero ya no llevaba mochila, iba descalzo, casi sin ropa….liviano, libre  y feliz, muy feliz.  No cargaba nada ni a nadie, no tenía ninguna necesidad de esperar,  ni justificar, ni de dar ni de recibir. Empezó a subir su última colina, ya no estaba cansado ni tenía pena, cada vez corría más rápido, una bocanada de aire fresco le ayudó a trepar  todavía más rápido….  y  llegó… abrió los ojos y entonces lo entendió…..no había nada pero Siddhartha era feliz, muy feliz y por fin lo entendió todo.

Este texto está inspirado en el libro de Hermann Hess, por favor salvando las distancias.. ya que es un premio nobel. Según san wiki…….

Siddhartha es una novela alegórica escrita por Hermann Hesse en 1922 tras la primera guerra mundial. La misma relata la vida de un hombre hindú llamado Siddhartha. La obra ha sido considerada por el autor como un “poema hindú” y también, como la expresión esencial de su forma de vida. Muy leída en Oriente como tal, y menos en el mundo occidental.

La novela relata la búsqueda que realiza Siddhartha para alcanzar la sabiduría; constantemente en la novela se incide en la búsqueda de esta sabiduría como la Unidad. La novela de Hermann Hesse se encuentra redactada en tercera persona y nos muestra, introspectivamente, sus sentimientos a través de las diversas experiencias que forman su vida, hasta el momento en el que conoce a su maestro final que lo llevará a la perfección tan anhelada. La novela está inspirada en alguna medida en la vida y experiencias de Buda, pero no se trata de la misma historia.

“Siddhartha” significa “aquel que alcanzó sus objetivos” o “todo deseo ha sido satisfecho”.1 ” El nombre del Budha, antes de su renunciación, era el Príncipe Siddhartha Gautama, luego el Buda Gautama.

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